jueves, junio 15, 2006

El Patrón

Don Carlos no siempre fue Don Carlos, el “don” le fue conferido cual grado militar por su arribista deseo de ser mejor, desde que era un obrero mas de la línea lo deseaba, lo soñaba, se entusiasmaba con la sola idea de que algún día le dijeran “pase usted Don Carlos”, “como no doncarlos” , “por supuesto doncarlos”, “lo que usted diga doncarlos”; por lo general estos sueños le traían como consecuencia un brusco y doloroso despertar al pincharse con la maquina de costura que operaba en la maquiladora de -a decir de el mismo - un pinche gachupin con suerte- y aunque lo odiaba le envidiaba a la joven mujer que tenia por esposa y por su puesto el dinero, pero lo que siempre deseo de el fue el nobiliario titulo que da el dinero de “don”, tenia que reconocer que secretamente le admiraba y mas de una vez se sorprendió asimismo en el espejo del baño, desnudo imitando los ademanes y la elocuente demagogia de un capataz del siglo XIX, su frase favorita era “ chingenle, indios hijos de la chingada” aunque el que yá había superado esa condición defectuosa de haber nacido en la Sierra y haber tenido por padres a unos Indios se incomodaba con esa palabra y evitaba debatir consigo mismo sus orígenes, omitió la fea palabra y la frase la hizo suya, para guardarla, tenerla como consigna como grito de guerra …

Los tiempos de bonanza en la costura de pantalones salpicaban muy poco a Carlos, el sabia que el patrón tenia cada vez mas y el no se hacia mas pobre, pero se veía muy lejos de tener el ansiado titulo nobiliario, el “don” debía llegar por un medio mas efectivo, ojalá fuera algo predestinado o divino.

Sus delirios solo fueron motivo de burlas de sus compañeros y los que lo estimaban solo movían la cabeza con pena ajena, alguien tan terco no merecía mas atención, ya tenían suficientes problemas con la creciente exploración que sufrían dentro de la maquiladora, las mismas cosas que afectaban a los demás trabajadores lo afectaban a el e inesperadamente tomo la decisión de seguir los preceptos que dictaba la lucha de clases, sus compañeros no lo entendieron bien cuando le oyeron hablar de esto, solo el se entendía y es que el había hecho una pequeña modificación al significado de la lucha de clases, el dejaría de ser de la clase obrera y se convertiría a la clase patronal, dejaría a la perrada – como el le llamaba a la demás gente que no compartía sus ladinos deseos de superación- que siguiera luchando mientras el se ganaba la confianza del –pinche gachupín con suerte- , así podría ver de cerca a la mujer del Don, así con mayúscula… y entonces descubrió que en sus bizarras fantasías y jugando a tener varo (aunque el lo veía como un entrenamiento) el se giraba cheques del banco de mis ídolos a nombre de doncarlos y cuando en el trabajo llenaba el reporte de tareas ponía el nombre del patrón lo escribía precedido del titulo-rango-pedigrí de Don, como era posible tal chingadera se dijo indignado, -bueno todavía no eres Don- se contesto, -la madre que!- replicose ya con ademanes autómatas de patrón ojete desde ahorita me escribes mi nombre con “Don” …condón debieron haber usado sus padres para evitarle a la “perrada” la penuria de sufrir a este penoso patrón, pero allá en la sierra la gente buena nunca piensa en que de alguno de sus hijos saldrán mounstrosos y ridículos ladinos…

Terminó de regañarse por tal ineptitud y supo que el mismo se contesto –como usted diga Don Carlos-, pero quiso pensar que se le había cruzado el pensamiento de un futuro trabajador suyo.

El era joven, excelente operario de costura y con deseos intensos de superarse, virtudes que le ensalzaba su sala-meado patrón el “Don pinche gachupaz con suerte” `por lo tanto creía que el ser terriblemente feo no tenia ningún efecto negativo en sus relaciones con los demás, tampoco el ser tan culero ya que mi futuro patrón era ya codo desde antes y gorrión que se posaba en cualquier fiesta, sabia que la gente no lo quería y hablaban mal de el enfrente de el como queriendo que por pena se retirara voluntariamente, pero el voluntarioso gorrón y tacaño además era de palo y tenia orejas de pescado y ojos de batracio despanzurrado…. Estas prácticas le condujeron a una inactiva vida social pero le fomentaron el loable hábito del ahorro, aun así no podía independizarse para abrir su propio taller de costura algo extraordinario tendría que pasar para acelerar su carrera al éxito y no pensaba precisamente en estudiar computación e ingles en ICEL.
Tal vez fue una película o algún tipo de inspiración divina, un “don”, otros dicen que la idea se la dio la que después fue su esposa que por cierto era desconcertante saberla su compañera ya que al lado de el batracio flácido ella parecía la princesa del beso, pero “hasta los ojetes tienen derecho al amor” decía por ahí un graffiti. La idea en cuestión se comprendió años después.

Un día de tantos el suertudote gachupaz hizo una junta con los y las obreras para pedirles que se “quedaran a velar toda la noche”, --ni modos que a velar en el día güey-- dijo una voz anónima que fue callada por la indiferencia; ante las protestas de la “perrada” se dejaron escuchar ya que no les pagaban ese tiempo extra el lambiscon de carlangas se aposto como fiel soldado a un lado del baturro explotador y mirando al personal heroicamente dijo: --no se preocupe “Don” yo si me quedo--, sorprendidos de que el güevon de marras se ofreciera a quedarse los demás se retiraron…

Ya pasada la hora de la cena y con el estomago en revuelta y las glándulas salivales en huelga Carlitros le dijo a su infiel escudero sin nombre que le dijera a la suerte de gachupin que tenían por patrón que ya era hora de merecer, este mando a decir que en una hora les llegarían unos ricos y deliciosos tamales por Fedex directo a esos gruñones estomagüitos, el Carlos y su escudero sin nombre y otros cinco esquiroles que decidieron trabajar en la noche esperaron mas de tres horas sus tamales sin dejar de coser eso si, pero los tamales se los habían hecho de chivo.

Por un tiempo no se supo si el hambre y la extenuante jornada nocturna encendieron la mecha o ya había intenciones premeditadas de encenderla, lo que se sabe es que esa noche hubo un voraz incendio en la maquiladora del gachupas.

Perdida total dijeron los bomberos, la aseguradora miro con desconfianza al patrón sin suerte y sin maquila, nadie pregunto por los valientes esquiroles que por lambiscones se quedaron a trabajar en la jornada nocturna y heroicamente habían caído bajo el fuego avasallador de la explotación laboral, los llantos por los caídos y los comentarios que exaltaban sus mejores virtudes se hicieron esperar, --pobrecitos ni siquiera se comieron sus tamalitos--- fue lo único que dijo una seño, cronista no oficial de la fila de las tortillas; no terminaba de decir esto cuando uno de los bomberos dijo al apagar totalmente el incendio, no hay ningún cuerpo….. y faltan veinte maquinas de coser.


Bu bu bu como niña sin su paleta o sin su paleto chillaba el gachupas; la maquila de sus amores, la que quería mas que a su esposa y a sus hijos juntos se le había quemado, era vergonzoso y ridículo, como ver a un cerdo llorar porque hay comida, confecciones Rey Toro S.A. de C.V. estaba en cenizas, --ni cuando se le murió su hijo el mariconcito en esa famosa orgía neonazi lloro así— dijo sin que nadie le preguntara la seño cronista no oficial de la cola de las tortillas, al ver sus maquinas en cenizas, su taller derruido, su imperio forjado a mentadas de madre y abusos, a su “maquinita” como el le decía; grito histérico “torito, torito”, pero ya nada se podía hacer.

Los de la aseguradora eran los menos impresionados ante el patético espectáculo, seguían creyendo que el incendio había sido provocado por el mismo dueño y que sus dengues eran parte del fraude, comentaban similares y ridículas anécdotas con un bombero, mientras el fuego en la parte de las oficinas se avivaba, el baturro corrió a decirle al bombiux que lo apagara –perdida total dijo el bombero—y con una sonrisa que solo los profesionistas de lo extremo tienen, siguió echándose los tamales que habían dejado los difuntos y ahora prófugos obreros nocturnos, al ver que el fuego quería seguir haciendo de las suyas, la ibérica pipa lacrimosa se lanzo a tratar de apagar el mismo el fuego, pero el gordo de marras se tropezaba y caía una y otra vez de forma lastimosa, el bombero y los trajeados de la aseguradora se reían hasta mearse, su joven y forniqueable esposa trato de detenerlo pero este gallego medieval le propino sendo chingadazo que la tiro a dos metros diciéndole –quitate pendeja— palabras mágicas que hicieron que le saliera lo caballero al bomberito Juárez y se lanzara –manguera en mano- a auxiliar a la dama, ya a salvo la fémina regreso por el gallegordo sin suerte y a mangerazos lo arrió a su corral.

Es probable que este último incidente con el bombero lo inspirara para planear su futuro negocio, talvez la experiencia que adquirió al educar a sus hijos, los cuales se aventaban puntadas que sonrojarían a los mismísimos hermanos Bibriesca Brones, se veía a asimismo como el nuevo industrial que se levantaba de la tragedia para resurgir como el guajolote fénix, tenia experiencia y con la indemnización de la aseguradora abriría un nuevo negocio mas ad hoc, criaría cerdos, --mas?– nadie dijo porque estaba solo.

La crónica discutida en la fila de las tortillas, no fue muy buena, la mayoría de la gente del barrio se había quedado sin chamba y sin ganas de hablar del incidente, alguien se atrevió a decir “pobre del patrón, se quedo sin nada”, la indiferencia silenciosa condeno a la estupidez; mientras se limpiaba el sudor con su mandil de Maseca, la seño, cronista de las tortillas de la cola veredictó: “los patrones nunca pierden”.




El Patrón (parte II)

El barrio de las Palmas, no tuvo que sufrir mucho la perdida de este centro de trabajo, al mes siguiente dos importantes marcas gabachas de exportación anunciaron que trabajarían en la ciudad de indios Maquilatitlan, al mismo tiempo se habría una maquiladora muy grande donde se coserían los referidos pantalones.

En el destruido taller de costura Toro Rey S.A. de C.V. se construyo la escuela Auschwits, para niños burgueses “especiales” que en realidad tenían síndrome Down y otras afecciones producto de las continuas e incestuosas bodas del jet set.

Don Carlos sabía que no era conveniente abrir su nueva maquiladora en el barrio o en sus alrededores, su enriquecimiento sorpresivo y tan burdo plan para conseguirlo era motivo de bromas que hacían hasta los mismos ladrones del barrio. Decidió pues que con sus veinte flamantes y ya usadas maquinas abriría su taller en su propio Pueblo, Cuiltepec de los guayabos. Al principio su producción era pequeña, y aunque parezca extraño no empezó a explotar a los obreros indios migrantes desde el inicio, hasta comida les daba, trabajaban sus horas normales y les pagaba modesto y sin agandalle, su grito de guerra contra la gueva aun no se dejaba escuchar.

Era común verlo coser en una vieja singer manual del año de caldo mas caro que las albóndigas que les daba de comer, junto a los demás, incluso el y su infiel escudero sin nombre se quedaban horas en la noche para avanzar en el “corte”, alguien bromeo alguna una vez, --no se vayan a quemar--- entre risas tímidas, pero al día siguiente fue despedido y desterrado, engrosó las listas negras solo se sabe que es comediante voluntario en los campos de Napa Valley, allá en el gabacho.

Durante este tiempo Don Carlos le chingaba sabroso y su actitud no recordaba para nada la actitud de su patrón el españolete sin suerte, quien por cierto no pudo poner su negocio de cerdos, ya que la aseguradora argumento que el incendio fue intencional y que la desaparición de las veinte maquinas de coser eran mero fraude a otra aseguradora; así pues Don Carlos se chingo al baturro empresario venido a menos, la aseguradora se lo chingo también y este españolete chingo a su madre, si, porque la obligo a adelantarle la herencia con un chantaje que implicaba hasta videos, pero esa historia la compro Silvia Pinal.

Se recuerda que un funcionario de gobierno y efectivo lustrador de calzado de los empresarios, balbuceo algo así como: “La ciudad es ahora la capital mundial del Jeans”, fue entonces cuando se disparo la producción de pantalones, en gran parte por la saturación de la producción en las maquilas grandes, por lo que tuvieron que dársela a maquilas pequeñas, mas culeras y clandestinas también; el gobierno goloso empezó a soltar los permisos a la diestra y siniestra clase explotadora, los de abajo, todos, campesinos venidos a menos, buenos y malos estudiantes, amas de casa sin reino, jubilados y pensionados, niños y niñas, todos empezaron a soñar con la panacea de la maquila, venían desde la sierra, de otros estados mentales y de la republica también, llegaron desde Honduras diciéndose jarochos, maras buscando redención por pecados tatuados, queriendo exculparse en la explotación; todos traían sus hambres, sus recuerdos, sus difuntos, odios y amores dejados en la montaña con la promesa de el reencuentro en tarde lluviosa con pollo rostizado y dvd nuevo, traían también sus lenguas, sus habladas, y algunos hasta lo mas conveniente para la explotación: su silencio. Los mas abusivos como Don Carlos, invirtieron en la maquila, cualquier hijo de vecina prostiputa ponía su maquila, unas maquinas, unos hambreados y ya chingamos, de la noche a la mañana se empezaron a enriquecer, de ser pinches pelagatos o lamebotas de profesión se volvían “empresarios” ni siquiera sabían que era el Plan Puebla Panamá, mucho menos que eran parte del agandalle llamado TLC, solo sabían que a mentadas de madre “jalaba la carreta parejo”, o mas bien la camioneta, asi lo habian aprendido de los antiguos reptiles que aun se niegan a ser fósiles.

Don Carlos no pudo evitar ser parte de esta nueva ola y “nueva cultura laboral”, creyó que estaba predestinado y que después del sacrificio de cargar veinte maquinas de coser entre las llamas había llegado su recompensa, junto con sus compadres, el lechero, el de los tabiques y otros dos ladinos sin nombre, celebraban con autentico mal gusto y con peor tequila su nueva posición de “empresarios” sin ni siquiera saber escribir su nombre, alguna vez alguien le dijo: “pinche compadre, ya aprende a firmar, no vamos a cerrar contratos y vas a andar llevando tu cojin para la huella, entérate, ya somos del alto pedorraje”.

Sus veinte maquinas se volvieron setenta, y después ciento cincuenta, todo iba tan rápido en esta cultura laboral de moda, que a veces sentía mareos, vértigos y vómitos, su nueva posición social le gustaba pero sentía no acostumbrarse, el síndrome del nuevo rico lo ataco y solo encontró la cura en sus escapadas a la pulqueria del Barrio de las Palmas, donde asistía de incógnito, aunque todos sabían de quien era esa mal habida Pathfinder que estacionaba entre galones de pulque, bicis y burros, alguno de esos burros le cristaleó en mas de una ocasión la ostentosa carreta. Después de sus salidas con cache y toda la onda retro (vergonzoso secreto dijo alguien de la cámara empresarial), se descubría a si mismo totalmente pedo cosiendo en la viejita Singer de su abuela que ya era a estas alturas un viejo fantasma.

Su esposa siempre abnegada y fiel amante del billullo nunca objetó sus nacos placeres, a ella le convenía ya que así podría escaparse también con su fiel amante: el infiel escudero de Don Carlos ahora ya con nombre, que por cierto ya era encargado general de la maquila y se llamaba: “tu pendejo ven”.

En la vorágine de la mezclilla que envolvió a muchos ojetes y envileció a otros, Don Carlos se vio afectado gramaticalmente, su vocabulario se vio reducido a puras groserías, las cuales no reproduzco porque suenan muy culeras y de muy mal gusto, era insospechada la variedad de frases que podía armar, poeta pues del abuso verbal en la maquiladora, siempre cerraba sus berrinches de nuevo rico con su grito de: “chingenle, indios jijos de la chingada” blandiendo, amenazante, en lo alto el rolex de ½ kilo, la risa loca que provocaba en los “intrépidos cuates del fut” que alzaban la cara para verlo, lo enfurecía mas, y es que su frase favorita lo convertía en ridículo personaje, como ver al indio Tizoc en el pulpito del partido neonazi mazateco.

Habíamos quedado que ya tenia 300 maquinas, entonces pensó en que con apoyo de sus compadres podría tener más, pero pronto se le ilumino el cerebro, que cual mojón flotante en pulque, resolvió: Una maquina necesita esa cosa, ¿como se llama? Si, accesorio….. ya, un obrero, donde comprare unos?... pensó en la total disfunción neuronal.
Tan genial idea fue expuesta ante el consejo de empresarios de la recién nombrada ciudad de Cuiltepec de los guayabos, no sin que antes lo hicieran esperar en lo que resolvían el problema que causaba la instalación del primer semáforo de la ciudad, en primera porque los nuevos júniors no respetaban las luces, los narcos que iban de paso ni las veían y los burros ven en blanco y negro, lo cual había causado varias colisiones, pero a dios gracias sin ninguna perdida humana. Lamentó no haber tenido el la idea del semáforo, pero su idea para hacer crecer la maquila y darle publicidad a su pueblo, —perdón ciudad—para así atraer sus propios contratos y no seguir submaquilando a esos pederastas libaneses era buena y sería aprobada.

Después de contarla, hubo un silencio espectral y expectante, la espera de la calificación de tan “genial” idea lo hizo dudar de si mismo, justo se iba a retractar de la misma cuando la voz ronca de un blanco y canoso ruco de quien nunca se percato sino hasta que hablo sentencioso y dijo mientras afilaba el mostacho con los dedos: ”muy bien, muchachito muy bien”, ---los nuevos empresarios pueblerinos no tuvieron tele así que no se pudieron reír de esta frase inicial---, el hombre este se dirigió con seguridad y levantándose, al mismo tiempo que blandía un puro como si fuera un tridente --o un dildo cuándo estaba menos exigente— dijo: sobre ti estuvimos hablando antes de que entraras— continuo el vetarro con varo, ---que paso—arguyo tímido, con todo y pasón de saliva Don Carlos, en clara alusión a el debate sobre trafico, accidentes y burros, ---no no te ofendas, es la verdad---- agandalló el vejete, hemos visto como has crecido, ahora tienes casi 300 gentes, te das una buena vida, traficas influencias y te has hecho de contratos que ya quisiéramos nosotros, pero también hay muchos accidentes en tu maquila y la gente se queja de que los explotas… ---ji—intento reírse algún “empresario” de marras, pero al ser sorprendido por el vejete de los anillos se disculpo y bajo la cabeza…. Mientras esto, Don Carlos recordó a los burros, los accidentes y el trafico, pensó en la cárcel, sudo frió y fue la primera vez en su vida que intento rezar, pero no sabía. ---No te preocupes se rió estrepitoso el viejo que al caminar chasqueaba las espuelas, para eso estoy yo, para ayudarte,--- saco unos papeles de las galoperas y al grito de “ahí te va la riata” le soltó un delgado, escueto y no menos oportuno contrato de protección, todos empezaron a reír estúpidamente. Los pendejos no sabían que era un sindicato, el charro no sabía que eran tan pendejos y los pendejos aun no sabían de la mota entre los pantalones que había pasado mi patrón al otro lado……